Aún no recuerdo bien el instante
donde mi vida cambio por completo, o creo que sí...
Yo era una adolescente más, con 14
años a toda chica le gusta pasar las tardes con sus amigas, ir de compras,
hablar del chico que tanto te gusta, todos hemos sido adolescentes. Recuerdo
perfectamente el día en que iba a visitar a una amiga y empezó un dolor en el
cuello punzante y con inflamación. Todo parecía normal, podía ser una
contractura cualquiera o una picadura de algún bicho, pero no lo era. Pasaban
las semanas y dolía más, y la inflamación ya no era solo de un lado sino de
ambos. Acudí varias veces al médico para buscar una solución, donde siempre
encontraba la misma respuesta “Haremos esta prueba para descartar…” Creo que
perdí la cuenta de todas las pruebas que me hicieron y los resultados seguían
siendo los mismos “Negativo”. Nada era malo, eso tranquilizaba por un instante,
pero cuando me daba cuenta ahí seguía el dolor y la inflamación y eso no
tranquilizaba. Un día la doctora me dijo que por fin sabían que tenía, se
llamaban “Vegetaciones” y no son nada malo, con una sencilla operación te
limpian las fosas nasales y listo. Toda preocupación se había alejado, una
sencilla operación y todo volvería a la normalidad y me olvidaría de tanto
hospital y pruebas.
Llego el día de la operación, recuerdo perfectamente que
estaba tan enfadada ese día ya que había una excursión del instituto que tanto
deseaba ir y justo era ese mismo día, importancias tontas que le damos a cosas
así. Una vez en la puerta del quirófano, el anestesista me indico que abriese
la boca lo máximo posible para ver el tamaño del tubo de anestesia, abrí la
boca lo máximo posible, he de decir que llevaba ya meses sin poder abrir casi
la boca que apenas me entraba una cuchara en ella… Cuando la anestesista vio
que no podía abrir más, su cara lo dijo todo. “A esta niña no podemos operarla
así, hay que subirla a planta”.
Recuerdo el camino hacia mi habitación, ¿Qué pasa?
¿Por qué no pueden operarme? ¿Qué hay de malo? Preguntas que no tenían
respuesta. A continuación, decidieron realizarme una resonancia magnética, si
parece de locos que en todo el año que me estuvieron realizando pruebas no me
hiciesen una resonancia magnética. Y la resonancia dio la respuesta a todas
esas preguntas. Recuerdo perfectamente ese día cuando el médico Manolo, era
nuevo en la ciudad y en el hospital, se acercó a mí y me dijo que en la prueba
había salido “una bolita” detrás de la nariz, en la zona nasofaríngea y que
tenían que destruir “esa bolita” por lo que tendría que ir todos los días a un
hospital y varias veces tenía que quedarme ingresada durante un tiempo. Esa fue
la explicación que me dio. ¿Qué otra explicación le darías a una niña de 14
años, que tiene toda una vida por delante y tú sabes que su vida ya no será la
misma desde aquel instante? Mi respuesta a todo eso fue: ¿Entonces solo tengo
que ir al hospital, pero puedo estar en casa y con mis amigos normal no? ¿Cuándo
marcho para casa? Sentí un alivio al saber que podría volver a casa y tan solo
tendría que acercarme al hospital un tiempo por las mañanas.
Creo que ese fue el instante, el
momento donde todo cambio, donde todo comenzó, donde no fui consciente del
rumbo que iba a tomar mi vida desde ahí.