jueves, 12 de abril de 2018

Ámate. Acéptate


Recuerdo una de las etapas más difíciles de todo el tratamiento, quizás fuese difícil para mí y no lo es para otras personas.

Había terminado la primera sesión de quimioterapia, estaba feliz porque por fin podía marcharme a casa después de 3 semanas ingresada en el hospital. Creo que mientras hacía el equipaje de mis cosas no daba crédito. Me sentía mejor, el dolor del cuello había disminuido gracias a los medicamentos y a la quimioterapia. ¿Podía ir algo peor? Esa semana era la semana del 20 de junio, me acuerdo como si fuese ayer. Estaba tan ilusionada porque mis amigos me habían invitado a celebrar San Juan al lado de la playa, una noche mágica suele ser, eso dicen, sin duda para mí lo fue. No sabía si volvería a tener una noche de San Juan. Hice mi equipaje y allá nos fuimos, creo que ese día me olvidé de mis problemas, me olvidé por todo lo que estaba comenzando a pasar en mi vida y me centré en disfrutar, me sentí una más con mis amigos. La pesadilla vino a la mañana siguiente. Recuerdo que estaba en la ducha cuando de repente vi cómo se caía mi pelo mechón a mechón, “Esto no puede ser verdad” pensé. Y lo era, vaya si lo era, todo mi pelo se encontraba en el baño tirado por el suelo. Me eché a llorar, creo que me eché a llorar no simplemente por el pelo sino porque cada vez la pesadilla se hacía más real, ya no era simplemente una imagen en mi cabeza. La decisión que tomé fue raparme por completo y eliminar de una vez esa pesadilla, me compré una peluca para que nadie me viese sin pelo. Pasé muchos meses sin poder verme en el espejo, creo que no conseguía la fuerza necesaria para verme y decir “Diana, se está acabando todo” Creo que no me permitía a mí misma verme reflejada en el espejo y ver como moría día a día.
Hasta que un día llegó ese coraje, esa fuerza de enfrentarme no al mundo, si no a mí, a mi realidad. Recuerdo que me quede horas mirándome intentando comprender que esa chica sin pelo, esa chica que gritaba con los ojos “No puedo más” era yo. Todos los que pasamos por ese momento, es uno de los más impactantes. Porque los médicos pueden decirte que las cosas no van bien, tus amigos y familia pueden decirte que te ves preciosa sin pelo, que no importa eso. Pero la realidad es que cuando ves que esa persona reflejada, no te gusta lo que ves, ves como su vida se está consumiendo y que estas muriendo.

A día de hoy puedo decir, que no hay día en que no me levante y me mire al espejo con orgullo. Creo que todos deberíamos de hacerlo al menos una vez al día. Mirarnos y estar orgullosos de cómo somos, amar cada una de nuestras imperfecciones ¿Que no tenemos pelo? ¿Qué estamos no tenemos la figura que queremos? Créeme, el físico es lo de menos. Sino te amas tu primero, sino te aceptas como estás, como eres, nadie lo hará por ti. Con el paso de los años he comprendido eso, no importa lo que se refleje en el espejo, lo que importa es lo que se refleja en tu alma. Así que ámate, ama tu alma y sobre todo acéptate. Es el primer paso que puedes hacer para ser feliz.